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El Cádiz pelea sin colmillo ¿Hay solución al gol?

Foto: Trekant Media

Doce jornadas después, el Cádiz CF mira la clasificación y sonríe. Sexto, con números más que respetables, compitiendo de tú a tú con equipos llamados a pelear por todo. Si uno se detiene en los puntos, el balance es incuestionable: el equipo está donde muchos firmarían estar en mayo. Pero ya todo el mundo ha reconocido que hay un detalle que no termina de cuadrar: la escasa generación de jugadas de gol.

Porque más allá de los resultados, el Cádiz apenas está consiguiendo llegar con claridad al área rival. En los dos últimos encuentros, el número de ocasiones francas ha sido mínimo. Cuesta ver al equipo combinar en los metros finales, llegar con peligro o poner en aprietos reales a los porteros contrarios. Vive con lo justo en ataque. Y, sin embargo, ahí está: sexto. Lo cual, lejos de ser un reproche, es casi una proeza. Sacar tanto con tan poco caudal ofensivo tiene un mérito enorme.

El equipo ha hecho de la eficacia y la sobriedad su bandera. Donde otros necesitan tres ocasiones para marcar una, el Cádiz convierte media. Donde otros se descosen atrás, el Cádiz sabe sufrir. Esa capacidad para rentabilizar cada gol, cada punto, cada partido cerrado explica la buena posición actual. Hay oficio, hay orden, hay compromiso. Pero también hay una evidencia: el margen de error es mínimo.

Y ahí surge el debate: ¿cuál es el verdadero problema del Cádiz en ataque?
¿Se trata de que el entrenador no logra transmitir con claridad su idea de lo que quiere en los últimos metros? ¿De que los jugadores no terminan de interpretarla? ¿O simplemente el camino elegido hacia el gol no es el adecuado? Porque aunque el Cádiz no tenga la mejor delantera de la categoría, tampoco tiene la peor. Y los datos dejan claro que casi cualquier rival consigue generar más peligro o, como mínimo, sembrar más incertidumbre en el área amarilla que la que el propio Cádiz provoca en la contraria.

Algo no termina de fluir en esa parte del campo donde se deciden los partidos. Tal vez falte convicción, tal vez creatividad, tal vez ritmo en la circulación. O quizá se trate de una cuestión de automatismos, de insistir en un plan que no termina de llevar a la portería rival. Pero lo cierto es que, si el equipo logra mejorar un punto su capacidad para generar peligro, su techo competitivo puede crecer mucho más.

Porque llegará un día —si no ha llegado ya— en que la defensa no pueda contenerlo todo, en que el rival tenga más acierto o más pegada. Y ahí es donde la falta de producción ofensiva puede convertirse en una losa. No se trata de exigir al Cádiz que sea un vendaval de fútbol, pero sí de aspirar a que el equipo encuentre más fluidez, más imaginación y más valentía arriba, porque los puntos que hoy se defienden con uñas y dientes pueden necesitarse más adelante desde el gol.

El Cádiz está demostrando que se puede competir con más corazón que brillo, con más eficacia que exuberancia. Pero el fútbol, tarde o temprano, acaba poniendo a prueba el equilibrio. Y cuando eso ocurra, será clave que el equipo tenga algo más que solidez. Porque la defensa gana partidos… pero los goles mantienen sueños.

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