El fútbol, como la vida, es cíclico. El Cádiz CF, un equipo que ha sabido lo que es sufrir para mantener la categoría en el curso pasado, está experimentando un cambio que va más allá de los resultados en el campo. Tras las tres primeras jornadas de liga, el equipo ha sumado siete puntos, un botín que no solo lo sitúa en la parte alta de la tabla, sino que le otorga un respiro vital.
Esta importante cosecha de puntos es la primera gran noticia de la temporada. Nos aleja de los fantasmas del pasado, de la angustia de estar en el pozo desde el principio. Mientras otros rivales directos ya se ven con la soga al cuello, el Cádiz disfruta de un colchón que le permite trabajar con calma y confianza. La pasada temporada, por estas fechas, la situación era muy distinta: los nervios a flor de piel, la presión desde la grada y la sensación de que cada partido empezaba a ser desde demasiado pronto una final. El momento actual debe tomarse por tanto como un alivio anímico que permite a los jugadores concentrarse en mejorar sin urgencias añadidas.
Y aunque al final el éxito se mida en puntos, y los puntos solo llegan con buen juego, más allá de los resultados hay un cambio de actitud palpable en el vestuario. Un "nuevo aroma" que impregna cada cada partido. Ayer explicaba Manuel Vizcaíno que “la plantilla había caducado y había que reformarla”. No le faltaba razón en el diagnóstico, aunque ahora habrá que comprobar si han acertado en las soluciones. Y es que, más allá de la calidad individual, el grupo necesitaba un lavado de cara profundo. La limpieza del vestuario era inevitable. Se ha tomado la necesaria decisión de dar salida a jugadores que, a pesar de su valía en algunos casos, arrastraban la pesada losa de una dinámica perdedora. Estos futbolistas, que en el pasado habían sido pilares, representaban un ciclo que debía cerrarse para que uno nuevo pudiera empezar.
Su lugar lo ha ocupado un grupo de jugadores con una nueva dosis de ilusión, juventud y hambre de fútbol. Hay una nueva energía en el césped, un hambre por demostrar que se ha llegado al Cádiz para dejar huella. Igual que lo hicieron muchos de los que han salido. Este nuevo vestuario, que parece más cohesionado y libre de lastres emocionales, puede ser la base sobre la que se construya un proyecto a largo plazo. Eso sí, de nada vale todo eso si no se consigue el rendimiento deportivo adecuado. Esa savia nueva recién aterrizada debe demostrar que tienen calidad para lucir esta camiseta y en esta categoría. Eso solo el tiempo lo dirá, pero la otra sensación es que todavía queda mucho por llegar a una mejora que parece que otros tienen más cerca. Todavía hay margen de mejora en la conexión entre líneas, en la fluidez del ataque y en la solidez defensiva.
Sin embargo, en esta maratón de 42 partidos que es la Segunda División, las diez últimas jornadas suelen ser las que deciden el destino de un equipo. Para llegar a ese tramo final con plenas garantías de conseguir algo grande, el Cádiz debe crecer todavía mucho más en el juego y ser capaz de solventar los obstáculos y las inevitables rachas negativas que encontrará en su camino.
