Un penalti, dos criterios y la misma pregunta de siempre: ¿en qué quedamos? Lo que ocurrió este 18 de mayo en el Racing de Ferrol - Cádiz CF vuelve a sacar los colores al arbitraje español. Víctor Chust fue señalado por una acción dentro del área que, si se compara con la que protagonizó Tchouaméni en el último clásico, parece un calco. La diferencia: esta vez el árbitro pitó penalti. En Montjuïc, Hernández Hernández ni se inmutó.
Ambas jugadas tienen un protagonista común: la mano. En el clásico, Tchouaméni interceptó un balón con el brazo dentro del área. Su gesto fue claro, con el brazo algo separado del cuerpo, pero Hernández Hernández y el VAR decidieron que no era punible. Días después, en Ferrol, un centro toca en el brazo de Chust, también despegado del cuerpo, y Fuentes Molina no lo dudó. Penalti.
Lo más frustrante es que las acciones son casi idénticas. En las dos hay contacto con la mano dentro del área, en ambas el defensor no parece tener intención, pero el brazo está algo extendido. ¿Qué cambió? ¿La camiseta? ¿El estadio?
Chiki transformó la pena máxima en el minuto 81 y selló la victoria del Racing de Ferrol, dejando al Cádiz CF sin premio tras un partido insípido. Pero el debate no está en el gol, sino en la incoherencia. ¿Por qué una mano es penalti en un campo y no en otro?
La normativa sobre las manos sigue dejando un margen de interpretación tan amplio que se convierte en una lotería. El VAR, en vez de poner orden, se ha vuelto un generador de incertidumbre. Y los aficionados, entrenadores y jugadores ya no saben a qué atenerse. ¿Hay que tener el brazo pegado al cuerpo en todo momento? ¿Vale solo si es voluntaria? ¿Depende del árbitro? ¿o es que si es al Cádiz CF se le pita y si es el Real Madrid no?
Mientras no se establezca un criterio claro y uniforme, seguiremos viendo esta película en bucle. Penalti para unos, manga ancha para otros. Y en medio, equipos que se juegan temporadas enteras a merced de una mano que sí o una mano que no.