Con la permanencia prácticamente conseguida tras la victoria ‘in extremis’ ante la UD Almería en un partido bochornoso por parte del conjunto amarillo y que solo salvó en los instantes finales del descuento, la cabeza del aficionado cadista ha dicho adiós a esta temporada para olvidar. Un curso en el que la distancia entre afición y entidad ha ido aumentando en cada decisión tomada por los gestores del club, algunas de ellas arrastrando desde tiempo atrás como el ni siquiera comenzado megaproyecto Sportech, que se vendió hace nada menos que tres años como piedra angular y ahora cuesta verlo como algo más que puro humo.
El Cádiz CF volvió a dejar claro el pasado viernes algo que ya no sorprende a nadie: da igual si juegan titulares o suplentes, la plantilla entera hace aguas por todos lados, tanto en defensa como en ataque. Lo preocupante no es solo el nivel de juego —o la alarmante falta del mismo—, sino que esta situación se ha repetido con distintos entrenadores al mando. El problema, por tanto, parece mucho más profundo que un simple cambio de piezas sino que da la sensación de que es un problema puramente estructural.
Resulta casi utópico tratar de ilusionar a la afición con lo que hay. Pero más preocupante aún es que ni siquiera lo que suena para reforzar al equipo genera una mínima esperanza. Si el presente es desolador, el futuro inmediato no parece mejor.
Es cierto que el fútbol vive de resultados: los malos multiplican los problemas, los buenos lo maquillan todo. Pero lo que ocurre ahora mismo en el Cádiz va más allá de una mala racha. La desconexión entre la afición y la dirección del club es evidente, y alcanza incluso a parte del vestuario. Ya no se trata sólo de cuestionar decisiones económicas o deportivas. Hay una ruptura emocional que amenaza con hacerse más tóxica si no se toman medidas de inmediato.
Ojalá llegue una recomposición. Ojalá se recupere el rumbo. Pero a día de hoy cuesta imaginar cómo una gestión sin proyecto reconocible y con errores continuados puede levantar un barco que hace un tiempo parece ir a la deriva. Y es que el verdadero reto del Cádiz para la temporada 25/26 no será sólo volver a intentar el ascenso de categoría, para el que recordemos existe la segunda parte de la ayuda económica por el descenso, o lograr un estilo de juego reconocible. El desafío más importante será reconstruir el vínculo emocional con una afición que ha dejado de creer. Sin esa conexión, no hay proyecto deportivo que se sostenga, ni victoria que se celebre como antes.