El centenario del viaje más audaz: la partida de Amundsen hacia el Polo Norte
Hace exactamente un siglo, el explorador noruego Roald Amundsen emprendía una de las travesías más legendarias de la historia moderna: su misión hacia el Polo Norte a bordo del dirigible Norge. Fue el 11 de mayo de 1926 cuando despegó desde el archipiélago de Svalbard, acompañado por el ingeniero italiano Umberto Nobile y el millonario estadounidense Lincoln Ellsworth, decidido a surcar los cielos del Ártico y escribir una página imborrable en los anales de la exploración.
Una expedición aérea sin precedentes
El Norge fue el primer aeróstato en cruzar el Polo Norte y completar un vuelo transártico desde Europa hasta América. En un tiempo donde aún se debatía quién había llegado primero al extremo boreal del planeta, esta travesía quedó documentada como la primera confirmada de forma inequívoca.
A diferencia de las expediciones previas, la misión de Amundsen no sólo aspiraba al descubrimiento, sino a demostrar que la tecnología podía vencer el hielo eterno. Su plan: cruzar los hielos flotantes volando sobre ellos, evitando las trampas que tanto castigaron a anteriores exploradores.
El dirigible, una maravilla tecnológica para su tiempo, medía más de 100 metros de largo y estaba recubierto con una tela tratada para resistir la humedad y el viento polar. Dentro, los tripulantes viajaban en una góndola equipada con equipos de navegación, rádio y espacio limitado para provisiones. El diseño fue obra del propio Nobile, ingeniero visionario que había dedicado su carrera a desafiar los límites de la aeronáutica.
El equipo que desafió el Ártico
La expedición combinó la precisión noruega con la innovación italiana. Nobile fue clave en la construcción del dirigible semirrígido que resistió temperaturas extremas y corrientes imprevisibles. El liderazgo de Amundsen y la financiación de Ellsworth consolidaron un trío improbable, pero eficaz.
Junto a ellos, una tripulación internacional de más de una docena de hombres se embarcó en la odisea. Entre ellos, meteorólogos, operadores de rádio, técnicos y expertos en navegación polar. Su objetivo era ambicioso: ser los primeros en atravesar el Polo Norte de forma documentada y segura, uniendo dos continentes por la vía del cielo polar.
El vuelo duró más de 70 horas. Atravesaron más de 5.000 kilómetros en condiciones límite, observando un Ártico intacto que solo los mapas imaginaban. El 14 de mayo de 1926, tras cruzar el Polo Norte, aterrizaron en Teller, Alaska. Habían hecho historia.
Un hito entre la ciencia y la epopeya
El viaje del Norge fue más que una proeza técnica. Marcó el fin de la era heroica de las exploraciones polares, dando paso a la ciencia como guía de futuras incursiones. Amundsen, que años antes había conquistado el Polo Sur, se consolidó como una figura universal del coraje humano.
Los registros obtenidos durante el vuelo contribuyeron al estudio meteorológico y geográfico del Ártico. Se recopilaron datos sobre presión atmosférica, formaciones de hielo y corrientes aéreas. La travesía demostró además la viabilidad del transporte aéreo polar, anticipando rutas futuras y cambiando la percepción del ártico como barrera infranqueable.
Conflictos y legado póstumo
Pese al éxito, la misión no estuvo exenta de controversia. Años después, Nobile y Amundsen romperían relaciones tras divergencias sobre los créditos y méritos del viaje. Nobile organizó su propia expedición polar en 1928, que terminaría en tragedia cuando su dirigible, el Italia, se estrelló en el hielo. Ironías del destino: Amundsen desapareció durante la búsqueda de ese dirigible, perdiendo la vida en un acto de rescate que cerraría su ciclo como explorador.
El recuerdo del Norge y su travesía ha quedado inscrito en la historia de la humanidad como un canto al ingenio, la colaboración internacional y la valentía ante lo desconocido. Su dirigible fue desmantelado, pero su hazña permanece suspendida en el imaginario colectivo, como si siguiera flotando sobre los cielos helados del Ártico.
Una lección para el presente y el futuro
Cien años después, el Polo Norte sigue siendo un punto de interés estratégico, científico y medioambiental. El cambio climático, el deshielo y las tensiones geopolíticas han devuelto protagonismo a esta región remota, que Amundsen y su equipo sobrevolaron cuando era apenas una extensión blanca e inexplorada.
Revisitar su viaje es recordar el valor de la cooperación internacional, la necesidad de combinar ciencia con audacia, y el poder transformador de las metas aparentemente imposibles. La travesía del Norge fue, y sigue siendo, una lección sobre el espíritu humano frente a lo inabarcable.